What I did for love

Estos días he sentido mucho, me he sentido feliz, algo triste, quizá nostálgica, enamoradiza, perdida, estresada... y he pensado aún más, mi mente acumula pendientes e ideas, creo que comienzo a llegar a mi límite. Pensé en liberar todo esto bailando, pero no encuentro la canción adecuada, el ritmo interno, ni el sentimiento exacto que quiero expresar, y entonces, estoy aquí, escribiendo sobre querer escribir. Sobre necesitar escribir.

Para mi suerte, este pensamiento, esta catarsis, se relaciona bastante bien con algo que quería compartir en este blog hace un par de meses...

En el musical A Chorus Line, mi favorito hasta ahora, hay una escena en la que se hace una pregunta crucial para la vida de cualquier bailarín: "Si hoy fuera el día en que tuvieras que dejar de bailar...", en la producción en español que vi en ese entonces, tradujeron la pregunta a: "¿Te has puesto a pensar qué harás cuando ya no puedas bailar?"

Muchas veces me lo he cuestionado, he dejado la danza más de una vez a lo largo de mi vida, a veces es lo mejor, pero siempre he regresado; sin embargo, hay algo que jamás he soltado,
la escritura. 

A pesar de que mi sueño de publicar un libro cada vez se ve más lejos, y que abandono muy seguido este proyecto, escribir es lo único que realmente me da el oxígeno que necesito, la forma que funciona para sacar todo lo que oprime dentro, mi conexión directa con el Universo. Mis manos son incapaces de callar lo que mi boca, incluso lo que mi cuerpo. 

Pudiera dejar de bailar, no del todo, eso lo sé, pero dejar de escribir... no parece ser una opción para mí. 

Esto que he escrito ha llenado mis ojos de lágrimas, como dije, es catártico. Es solo que, me he sentido un tanto perdida, como si ya no supiera quién soy. Quizá sea porque pronto cumpliré 21 años, el cierre e inicio de un ciclo. O porque este año he conectado con partes de mí que no me había atrevido a experimentar. O tal vez solo sea un efecto del encierro. No lo sé.

Pero al escribir siento como si estuviera suspendida en el tiempo, y siguiera siendo esa pequeña de siete años escribiendo canciones absurdas, o la de diez, creando reglamentos de personalidad, o la puberta de doce escribiendo y reescribiendo sus tragedias amorosas, la de quince exprimiendo hasta la última gota de inspiración del mismo viejo y fallido amor, la de diecisiete, escribiendo cartas y pensamientos que sus destinatarios jamás recibieron, la de dieciocho, haciendo diarios para su tercer amor, intentando escribir una novela que inició desde secundaria, o la de diecinueve (que ahora parece estar tan lejos), escribiendo cada detalle, cada pensamiento, cada palabra no pronunciada, plasmando en tinta azul el llanto y dolor de aquella relación, o la de veinte, algo perdida y a la vez más honesta a sí misma. 

Mi pecho se siente liberado, y solo le queda una hora a mi día (es la 1:00 a.m.), quizá aproveche este ambiente que me he creado para escribir un poco más en otra entrada.
Gracias por leer. 

¿Qué harías si tuvieras que dejar alguna de tus pasiones? 

¿Te gustan los musicales? ¿Qué te hace sentir libre?

XOXO, Ana.

P.D. Fue difícil escribir esto, mi mente era atacada por pensamientos fugaces cada ciertos minutos.